martes, 27 de mayo de 2008

PRIMERA PUERTA


Premio Nacional de Poesía
“Salomé Ureña de Henríquez”
1993-1994

A mi madre
que nunca ha amado
la poesía.



VISIONES:

(Habrá que encender una vela para mirar el sol)



Yo no hablaré de lo increíble que al tocarnos de repente abre ranuras en nuestra solidez humana. Simplemente me asomo con sigilo a unas aberturas extrañas en el muro que separa mi incredulidad de mi creencia. Observo al otro lado el espacio que compone “lo que no creo”, y comprendo que he aislado la parte esencial de lo que busco: miro el color arrepentido de subir a la rosa; una mujer perdida en alguna parte de su deseo; y el vino que nunca quisimos beber, desatando las palabras de un dios.
Sé que somos una mezcla de mundos y que hemos cerrado siempre la puerta a lo irracional, a lo que no alcanza la altura de lo verosímil, y que, sin embargo, llena de roturas el círculo de la existencia.
Pero al final de las sombras estaremos siempre nosotros, como un monumento a la dualidad de esta forma hundida en los espejos, y aquella, lejanamente cerca, que desconocemos pero al mismo tiempo admitimos.
Y heme aquí, delante de estas aberturas, frente a algo extrañamente cierto; quizás frente a mí mismo, creyéndome.


Jamás se alcanza el horizonte,
salvo cerrando los ojos



Esta Ventana





Esta ventana está abierta hacia sí misma:
anillo entre dos sombras,
túnel por donde regresan mis ojos
a mi rincón de sangre.
Esta ventana no está abierta a nada,
no hay un chorro de humanidad
hirviendo entre sus párpados,
ni un camino rodando en su distancia
ni el olor a presencia de algún pájaro.
Esta ventana no está abierta a todo,
no tiene un hombre hundido en su estatura
no tiene una lámpara empujando las tinieblas
no tiene un gato dormido en su misterio
ni una voz trepando los espacios.
Esta ventana está abierta hacia su ventana
hacia su solitaria humanidad
en la pared de un algo.
Esta ventana está abierta hacia sí misma
hacia la inocente realidad de su existencia.



Detrás de las teclas quizás un ave



Quizás algo terrible pasó aquel día
que lo olvidamos todo.
Quizás este planeta no es la tierra
que nos prometieron.
Quizás morir sea la única forma
de negarlo todo.
Quizás el mal sea el esquicio real
de lo humano; y el bien, el modo de admitir
que no somos de este mundo.
Quizás nunca lleguemos a encontrar
lo que buscamos. Quizás
no valga la pena el pensamiento.


Transformación


He escrito la palabra profundo
y ha nacido un pozo en mi papel
donde cabe el mundo. Cruzo el
lindero de la palabra y ya profundo
es una mancha donde se pierde la mirada.
Escribo agua y bebo. Sangre y lloro.
Hoy todo lo escrito ha buscado su efigie
su osadía de ser, su forma.
Y he aquí escribo hombre
y surge alguien que me besa.
Escribo Dios y algo se esconde
y mi papel simplemente tiembla.



Nombrar



Nombrar
es ponerle tamaño al infinito.
Digo 2 y lo reduzco a 2
ignorando su universo.
Disminuyo a campana la campana
y olvido que en ella flotan
eternos los sonidos.
Digo Tierra y desaparecen los planetas.
Amor, orquídea, tumba,
y los sepulto en la osamenta de sus nombres.

He aquí el arcano, la razón eterna
de que Dios olvide
la verdadera dimensión del hombre
y lo reduzca a hombre.



Formas del azar





No hubiera sido necesario que naciera
la rosa para creerla. Ni que asomara
su cabeza encendida por algún espacio
del mundo. Aunque no hubiera llegado
nunca, algo, quizás una piedra, tendría
el nombre de rosa para crear el enigma
de su inexistencia. Y estoy seguro
que alguien pintaría su forma metafísica
como algo nuevo, y así poseería
la eternidad misteriosa de las cosas
creadas sin haber nacido.




Este viaje





Este viaje no tiene distancia, sólo vida.
No tiene caminos, sólo huellas;
y sólo se compone de sueños. Este viaje:
terrible el punto de regreso
cuando aún no hemos llegado
y más, el punto de partida, regresando.
Este viaje no es del hombre hacia el mundo
sino del mundo hacia el hombre:
(pozo hecho hacia el cielo,
niño pariendo a su madre) este viaje
tiene la verdadera esencia del Todo,
sin horizontes perece
donde comienza la vida
y nace en el mismo instante de la muerte.
Este viaje no tiene viaje
sólo hombres.



Enciendo un fósforo





Enciendo un fósforo y nace mi mano.
Sobre el fondo una moneda flota o quizá
la redondez luminosa del ojo de un gato.
Hago ascender mi mirada arañando las tinieblas
y se hace libre allá, a lo lejos, en la cima
de todos los quejidos.
Es que estás a mi lado y aún no lo sabía
es que viajan en mí todos los pueblos
y ahora, precisamente, llaman a mi puerta.
Enciendo un fósforo y nace
tu cuerpo tejido con la noche.
Todo está tan cerca a veces, a un frágil dolor
de distancia
pero en verdad tememos horriblemente
saberlo.




Lo que ha entrado a la noche





La noche
y toco las paredes húmedas de un grito.
En su dimensión caben una ciudad desplomándose,
el alado jardín que es la luciérnaga
y la sangre que regresa del abrazo.
Lo que termina en el grito es la piel que recorro
los habitantes del patio, la desnudez horrenda
de una mosca, y el pájaro que en este instante
dentro de sí mismo vuela.
Exploro campanas, cristales quebrán-
dose, raíces creciendo. Rescato
pared a pared la memoria del llanto
el final del silencio el origen el dolor quizás
de lo que realmente muere.



Buscaremos la puerta





Buscaremos la puerta por donde
entró la oscuridad.
El espacio interior de los dedos lleno
de mágicas llaves que abren las figuras.
Tal vez sea esto una habitación
o el mundo,
una abertura en qué creer,
frutas de luz, el temor del jardín
frente a la noche.
Una puerta, un grifo derramando
la oscuridad a chorros.

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