miércoles, 5 de marzo de 2008

LA CONVALECIENTE


Cuerpo de monja virgen, por el ayuno laso.
Yo vi sus ojos húmedos de inmaterial ternura;
y, de la piel suntuosa que envuelve su estructura,
miré, en aquella noche, más transparente el raso.
Pálida enferma llena de su melancolía;
cuerpo con el prestigio de los marfiles viejos;
era su voz tan tenue como un rumor de lejos;
toda ella era un perfume que se desvanecía...

Cuando marchó a su estancia me dio su mano breve
y yo la vi alejarse con un andar tan leve,
que era un frú - frú de alas el eco de su planta...

Y quise -en la suprema tensión de mi cariño-
mecerla entre mis brazos, como si fuese un niño,
para que se durmiese con una canción santa.

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