Déjame contarte, querida niña,
que no se me acabe la memoria.
Déjame abrirme en tu carne,
amoldarme a tus huesos,
herirme en tu alma.
Déjame sorber tus ojos
como rodajas de cielo fresco,
y déjame robar
la espina que sube a tu cuello.
Déjame contarte, querida niña,
de mis viajes terrenales
a la gruta del miedo
o al triste pasaje
de mis más guardados recuerdos.
Déjame decirte
que hoy sé de abismales presagios,
de tus manos asustadas
y tu cara de encino.
Déjame tomarte libre de tardes,
de coronas impías coronando tus senos.
Déjame tenerte entre mis labios...
... yo quisiera que oprimieras mis labios,
y así, jamás decirte que te quiero.
lunes, 25 de febrero de 2008
PRONUNCIARTE
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